Dia 8º - Camino de Madrid

Portomarín - Arzúa - Jueves 2/05/2013

Nos enfrentábamos a la sexta jornada consecutiva desde que habíamos salido de Segovia.

De forma premeditada, habíamos dejado las dos últimas etapas antes de llegar a Santiago con un recorrido más asequible en cuanto a los kilómetros a realizar. En la previsión que habíamos hecho en su momento, parecía claro que el paso de los kilómetros y los esfuerzos continuados día tras día pasarían factura al final, y sin duda alguna  acertamos.

También es cierto que el trazado en Galicia es mucho más “rompepiernas” y en la bicicleta también se nota.

Portomarín - 7,6 -   Gonzar (Quedan 84,2)   

Preveíamos realizar unos 50 kilómetros a lo largo de la jornada, y sólo esto ya daba moral después de los largos recorridos que habíamos acometido las anteriores etapas.



Nada más levantarnos, mirar por la ventana para ver como estaba la meteorología. La previsión inicial por fin era buena, y la realidad que nos encontramos también.

Había algunas brumas en el embalse de Belesar, por el que discurren  las aguas del río Miño, pero el cielo estaba despejado.







Alforjamos nuestras monturas y a pesar de las protestas de Andrés, primera foto de la jornada antes incluso de desayunar.
 
En el puente que atraviesa uno de los lados del embalse
Subimos una pequeña pendiente para llegar al centro de Portomarín y allí encontramos en un esquinazo el Bar Venecia, donde Tino, el gerente del establecimiento, nos trató fenomenalmente. Nos preparó una barritas de pan tostadas a la plancha con mermeladas, zumos y café que nos pusieron a tono para afrontar la jornada mañanera.

En el establecimiento se encontraban tres peregrinos orientales con los que estuvimos comentando experiencias mutuas. Los dos chicos no hablaban castellano, sólo ingles y chino. La peregrina si hablaba, además muy bien, el español.

 Nos  sorprendió, y a alguno de nosotros nos dejó tocados psicológicamente, cuando la  peregrina nos dijo  que a nuestra edad (la de los Peregrinos Boys), en su país era impensable que una persona realizara más de setecientos kilómetros en bicicleta en tan poco tiempo.

¿Nos estaba llamando “señores mayores”? Pues sí, y este fue uno de los momentos más duros de nuestro Camino de Santiago. Ni el viento, ni el agua, ni la nieve, ni la dureza de las jornadas anteriores, nos habían afectado tanto como ese sibilino comentario.

Se intentó disculpar, pero el daño psicológico ya estaba hecho. Era una chica muy simpática y nos echamos todos unas risas antes de salir a la calle para continuar nuestros correspondientes trayectos previstos para la jornada.

Les enseñamos las alforjas y las bicicletas que nos acompañaban para hacer nuestro Camino, ella nos enseñó los dos "tirachinas" que también la acompañaban junto a su mochila.





Tino,  gran vendedor y relaciones publicas, incorporó su sello a nuestras acreditaciones como primera referencia de la jornada.





Atravesamos  el centro de Portomarín y después de una pequeña bajada nos incorporamos a la carretera C-535. Había multitud de peregrinos a pie que discurrían junto a nosotros.  Saludamos a varios de ellos con los que habíamos entablado previamente algunas amistosas conversaciones.

El trazado del Camino discurre paralelo a la  C-535 unas veces por la derecha y otras por la izquierda. Dada la gran afluencia de peregrinos hicimos estos kilómetros por la carretera para evitar incidentes.


Son muchas las personas que inician su peregrinaje a pie en la población de Sarriá  desde donde hay algo más de 100 kilómetros a Santiago de Compostela. Estos últimos 100 kilómetros realizados andando, dan derecho a la expedición de la oportuna acreditación de haber realizado el Camino de Santiago a pie. El trazado se realiza en unos cinco días y el estar  inmersos en pleno puente de mayo derivaba en que hubiera una gran cantidad de peregrinos por la zona.

Dejamos atrás Gonzar y Castromaior, y atravesando la N-640, en altura después de una rotonda. Dejamos la carretera para coger a la derecha  el camino que nos llevaría a Ventas de Narón. Una subida inicial donde saludamos a una multitud de peregrinos, muchos de ellos realizaban el Camino en viajes organizados, con colegios o institutos …

Gonzar - 3,1 -  Ligonde  (Quedan 76,2)   
  

A partir de ahí, alguna pronunciada y preciosa bajada en bicicleta hasta Ligonde, con precaución por  tener que compartir el trazado coches, muchos peregrinos a pie y peregrinos ciclistas.



Después de atravesar buena parte del pueblo, nos encontramos con Rosa, una de las voluntarias del albergue “La Fuente del Peregrino”, que ofrecía café a todos los que atravesábamos el pueblo de Ligonde.



El albergue La Fuente del Peregrino es un sitio encantador. Sin duda el mejor de todos los que visitamos por su limpieza y su buen criterio para organizar  y decorar el interior de una antigua casona gallega. La amabilidad y simpatía de las personas fuera de toda duda.






Después de ver las instalaciones y disfrutar de un café, solicitamos su sello para nuestras acreditaciones y seguimos rumbo a Palas de Rei.



Ligonde - 8,9 -  Palas de Rei (Quedan 67,5)  

Con cierta pena dejamos Ligonde para dirigirnos a Palas de Rei, como punto intermedio para llegar a Melide, donde queríamos comer según habíamos decidido previamente.  El pulpo de Melide nos estaba llamando a gritos.

 El trasiego de personas a lo largo del Camino era incesante. Sin embargo el enfrentarnos a una jornada con un número de kilómetros asequible, hacía muy llevadero el trayecto. No cabía duda de que estábamos teniendo más tiempo para disfrutar del entorno y del ambiente del Camino.






Atravesamos Eirexe y Avenostre, para llegar a Palas de Rei.




Ya en el interior de la población, buscamos un sitio donde sellar nuestras credenciales y poner rumbo a Melide.




En la Iglesia incorporamos a nuestras cartillas dos sellos de forma consecutiva.






En la puerta de la parroquia nos encontramos con una pareja de peregrinos en bicicleta originarios de Navarra. Nos hicieron unas fotos en la puerta.


Después volveríamos a coincidir varias veces con ellos a lo largo del Camino, incluso el sábado ya en Santiago de Compostela.

Eran las 13,00 h. aproximadamente y estábamos disfrutando de la jornada. Nos quedaban unos 10 kilómetros hasta Melide y allí, teníamos previsto comer con tranquilidad y sin las prisas de otros días.

Pero la jornada iba demasiado tranquila y relativamente fácil. Y este tipo de circunstancias no son compatibles con estos Peregrinos Boys.

A la salida de Palas de Rei, siguiendo las indicaciones de la ruta que llevábamos establecida en el GPS tomamos por equivocación rumbo a Monterroso

En lugar de coger El Camino atravesando la N -647 cogimos la LU -221  hasta llegar a la población de Monterroso. 10 kilómetros separan esta localidad de Palas de Rei, prácticamente los mismos que hay desde Palas de Rey a Melide.



Después de una buena subida para entrar en la población de Monterroso, pensando que estábamos a pocos minutos de nuestra merecida comida,  preguntamos en la gasolinera del pueblo. 



El joven dependiente que estaba en la gasolinera no salía de su asombro cuando le preguntamos. Habíamos realizado los últimos 10 kilometros justamente al contrario de la que era la dirección correcta.

Llevaba allí varios años trabajando, y nos dijo que le habían preguntado en muchas ocasiones por el Camino de Santiago, pero que  jamás le había preguntado nadie viniendo desde Palas de Rei.

Nosotros no nos lo creíamos. ¿Existía la posibilidad de atravesar por alguna carretera que nos permitiera ganar algún kilómetro para llegar a Melide? Pues no, la forma más rápida de llegar a Melide era volver a Palas de Rei por el mismo camino que habíamos traído. Eran ya casi las 14,00 horas y la idea de comer a una hora decente por primera vez en estos días se acababa de esfumar nuevamente.

Un momento de “bajón” hasta que asumimos la situación y a continuación plato grande para el ahora descenso de salida de la población. Y de nuevo a Palas de Rei. Los Peregrinos Boys somos así, capaces de llevar a cabo lo que, según el empleado de la gasolinera, nadie hasta entonces ni siquiera se había planteado.

Unos  kilómetros antes de llegar a Palas de Rei, una parada para reagruparnos y animarnos unos a otros, y por supuesto para tomar una ración de nuestros “frutos secos de la perdición”. Dadas las horas, “hacía hambre“  y la situación lo requería. Ida y vuelta por el sitio equivocado se correspondían con veinte kilómetros más en la presente jornada.

Ya en Palas de Rei, con el fin de llegar cuanto antes a Melide y conseguir que nos dieran de comer en el Restaurante A Garnacha que nos habían recomendado en nuestra anterior parada de Ligonde, hicimos el Camino por la N 547.

Disfrutamos de la bajada al salir de Palas para  discurrir por un continuo “sube y baja” hasta Melide.

Por última vez en nuestro recorrido, antes de llegar a Melide, cambiábamos de provincia entrando ya en la provincia de La  Coruña. Estábamos cerca, muy cerca.


Unos cientos de metros después de entrar a Melide, antes de coronar la subida que da acceso al centro de la población se encuentra el restaurante A Garnacha. Recomendable por calidad, cantidad y servicio.


Dispone de dos accesos por la misma calle, y al vernos llegar con las bicicletas y las alforjas, inmediatamente nos facilitaron guardarlas en un almacén que tenían en una zona próxima. Una vez dejadas a buen recaudo nuestras monturas,  pudimos disfrutar del pulpo.




Noventa minutos  antes, los “frutos secos de perdición”, habían sido un guiño a nuestros hambrientos
estómagos. Ahora el tema iba en serio, Nada de guiños...






Incluso disfrutamos de un postre "improvisado" hecho con los productos de la tierra y la habilidad del hermano Ferrarini.



Nos quedaban unos 14 kilómetros para llegar a Arzua por lo que disfrutamos con tranquilidad de la copiosa comida.  Antes de marcharnos había que dejar constancia con el sello acreditativo de nuestro paso por Melide.


Melide - 13,7 - Arzúa (Quedan 38,9)   

Al terminar la comida, salimos de Melide tomando el trazado original del Camino. Queríamos volver a disfrutar del entorno con los peregrinos que transitaban por el mismo.

Nada más incorporarnos al Camino, por la parte izquierda del pueblo, nos desagrupamos durante unos instantes. Javier y Luis iban delante, Nacho detrás de ellos. Paco unos metros más atrás y finalmente Andrés.

Nacho llevaba durante todo el trayecto una brocha en sus alforjas, y por algún motivo se le cayó al suelo. Paco que iba detrás vio como se caía la brocha y paró para recogerla llamando a Nacho para que parara.

Una vez recogida la brocha del suelo, cuando Paco miró hacia atrás para ver dónde se encontraba Andrés, vio su bicicleta tirada en el suelo en los términos en los que habitualmente “aparca” Andrés. Nada distinto de lo habitual.

  
Sin embargo Andrés estaba al borde del Camino haciendo unos aspavientos raros con los brazos.

A lo lejos no nos habíamos percatado, pero al bajarse de la bicicleta había puesto el pie al borde de un pozo de una acequia y se había escurrido hasta su interior.

Realmente lo que estaba intentando era salir del agua. Nos acercamos rápidamente a él  para ayudarle y confirmar que no tenía ningún problema físico.


Sin embargo estaba totalmente calado desde los pies a la cabeza.


Viendo que Andrés se encontraba perfectamente, recordando la situación producida mientras escurría el agua de toda su indumentaria, tuvimos el que probablemente fue el momento de más risas y cachondeo de todo nuestro Camino.

Hacía tiempo que no nos reíamos tanto!!


En el transcurso de nuestro Camino habíamos vivido situaciones tensas, en muchos casos verdaderamente complicadas por el esfuerzo físico y las inclemencias meteorológicas. Pero momentos como este, compartidos entre  cinco buenos amigos, superaban con creces todas las adversidades vividas en los últimos días.

Afortunadamente Andrés, aunque húmedo, (muy húmedo), no tenía ningún problema físico.

Además, apareció por allí  nuestro amigo “Muesly”, un peregrino inglés que conocimos en ese momento, vestido con un sombrero típico de la policía militar canadiense y que había visto la situación desde principio a fin.   Se rió tanto como nosotros. Volveríamos a verle con posterioridad antes de llegar a Santiago.

Pasado el momento, volvimos a pedalear sin dejar de recordar la situación. Poco más adelante cruzamos el cauce de un arroyo con un volumen de agua importante y una profundidad considerable. El paso tuvimos que realizarlo sobre un estrecho travesaño que cruzaba el agua. Allí había parados varios peregrinos, algunos con bicicletas, esperando  ver quién era el primero que se caía al agua.

Paco, que iba el último de nuestro grupo, intento vadear el cauce directamente según llegaba al arroyo, Aunque por motivos distintos, estuvo a punto de terminar al menos tan húmedo como Andrés. Todo quedó en una bicicleta y unas alforjas llenas de barro.

Lo cierto es que esta parte del Camino, que discurre por senderos más abruptos y con continuas subidas y bajadas, en algunos momentos complicadas para transitar en bicicleta con alforjas, se ajustaba más a nuestras  características técnicas. A algunos nos permitía disfrutar de la bicicleta de  forma distinta a como hasta ahora lo habíamos hecho.

Zonas en donde otros peregrinos ciclistas necesitaban bajarse de sus monturas, eran para nosotros momentos que, aunque esforzados, nos permitían disfrutar de una forma distinta saliendo airosos en todos los casos de rampas, piedras, y raíces que inundan muchos tramos de esta zona del  Camino de Santiago.


El pazo donde dormiríamos  esa noche estaba ya cerca. Poco antes de llegar a Arzúa, a la derecha de la carretera, salía un sendero que nos llevó hasta nuestra zona de descanso, Por primera vez a lo largo de nuestro Camino, habíamos llegado por la tarde a una hora prudencial. No eran más de las 19,00 horas. Debido a nuestro “instinto aventurero”  que nos permite perdernos en cualquier momento con un mínimo esfuerzo, habíamos hecho algo más de 70 kilómetros en la jornada.




El pazo donde dormiríamos y cenaríamos, simplemente fascinante.

La atención del dueño y de las personas que estaban a cargo del pazo fue excelente.

Pudimos lavar nuestras bicicletas. Se lo merecían, se estaban portando fantásticamente.

 

Parte de nuestro “merchandising” estaba sufriendo también la dureza de las jornadas. Esa tarde, Luis tuvo tiempo de reparar a “Confalonini” y a “Oriflama”. “Pendón” todavía aguantaba.





Compartían con nosotros las instalaciones del pazo  unos peregrinos filipinos.



Después de cenar, ya solos en las instalaciones del pazo, los cinco nos tomamos una copa en plan
"autoservicio” y procedente de "nuestras aventuras peregrinas"


Al final nos acostamos tarde, pero los ánimos estaban a tope. Estábamos a sólo una jornada de nuestro objetivo, Santiago de Compostela. 



1 comentario:

  1. Estais tan cansados que ni comentarios poneis.? Eso ha sido el ribeiro. Jjjjjjjj

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